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La medicina nuclear ha permitido realizar tratamientos contra el carcinoma de tiroides de forma muy específica, detectar substancias en el cuerpo humano muy específicas, o representar con exactitud, ciertas alteraciones en el ritmo cardiaco.
Se hacen gammagrafías para diagnosticar y evaluar la cardiopatía isquémica y para el seguimiento de esta. Así se determina la extensión y localización del infarto agudo de miocardio. También cuando se hace una prueba de esfuerzo se valora si posterior a esta, aparece aumento del tamaño del ventrículo. Hay que tener en cuenta que en el resultado de estas pruebas, también pueden influir si el paciente está con cierta medicación o si tiene mamas grandes o es obeso. Por otro lado la cuantificación de las comunicaciones, cuando las hay entre las cavidades cardiacas, izquierda-derecha.
Una gran ventaja que tenemos en casi todas las técnicas de medicina nuclear, es que se trata de pruebas no invasivas, cómodas para el paciente y carentes de morbimortalidad.
Otra utilidad de la medicina nuclear es la valoración de diversas alteraciones morfológicas renales y el control evolutivo del trasplante renal, en diferentes exploraciones en uronefrología pediátrica, en casos de reflujo y pielonefritis por reflujo, ayuda al diagnóstico y a la valoración del tratamiento y la evolución de la enfermedad. El renograma isotópico constituye la exploración renal más habitual en medicina nuclear.
También en neumología, para confirmar o descartar la existencia de una patología broncopulmonar. Es una prueba más sensible que la radiografía para detectar bronquiectasias y se debe practicar siempre antes de proceder a una broncografía.
La gammagrafía hepática, está indicada para la valoración de colecistitis, tumores hepáticos o trasplantes.
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